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Amígdalas


Nunca pensé que me iba a tocar operar a mi Juana tan chica, pero a veces, aunque uno no quiera, la vida te da lecciones de otras maneras, te muestra que, aunque creas que va todo mal, tu camino está clarito y tus esfuerzos están dando hermosos frutos.

Hace un tiempo, después de dos años de tratamientos alternativos, la Juana entró a pabellón para sacarse sus inmensas amígdalas, bajo los ojos atentos y el corazón apretado de esta mamá que quiere mantener a sus hijos lo más alejados de los doctores que se pueda. Como otras mamás deben saber, tuve que hacerla dormir en mis brazos y verla cómo de a poco entraba en ese estado de anestesia que me tenía muy nerviosa. Sólo quería verla despierta otra vez!

Después de 1 hora exacta nos avisaron que estaba en recuperación y que todo había salido perfecto, aunque con un cuerpo repleto de anestesia y químicos pensaba yo…

Pero todo empezó bastante antes, y cuando ya la decisión de la operación y la fecha fue fijada, me transformé en una bruja que le quitó todos los lácteos (consume muy pocos, esporádicamente) y el gluten (también trato de que mis niños tengan un consumo moderado). Le informé a todos los familiares que era un requerimiento de la doctora, para hacerlo más fácil (tantas personas que me dicen: que sabes tú si no eres doctora!!!).

Una vez despierta le ofrecieron un jugo en cajita y un helado, ella prefirió agua, dijo que los helados no hacían muy bien.

Yo me fui bien preparada: leche de almendras, compotas caseras, hierbas naturales depurativas y sobre todo kilos de paciencia y abrazos para mi chica.

Cuando entró la nutricionista le canté las cosas claritas, nada de lácteos, gluten ni procesados en la pieza, ni para la enferma ni para la acompañante. Fue bien respetuosa y se las ingeniaron bastante bien. Lección uno: si uno quiere y deja la cancha bien rayada, se puede.

Llegada la hora de los paracetamoles, ibuprofenos y demases, la Juana (3años, 10meses) dijo que no quería ningún remedio porque se sentía bien, y aunque las enfermeras me insistieron en que yo intentara que se los tomara, les dije que esta chica llevada de sus ideas iba a ser difícil de convencer. Lo único que consiguieron fue que escupiera una vez el remedio y no permití que volvieran a obligarla. Si se sentía mal y los quería, ella misma se los iba a tomar. Lección dos (para los demás, porque yo lo tenía más que claro): son niños pero no son tontos.

Tuvo una recuperación muy buena, durmió bastante los primeros días, le preparé helados de fruta congelada, aguas de hierbas, jugos prensados, se tomó varios de La Prensa y después de una semana fue a su primer control. La doctora estaba sorprendida de que no hubiera querido remedios y más aún de su evolución y la notoria desinflamación de la zona, sobre todo con respecto a otros niños en las mismas circunstancias.

La lección mayor fue que a pesar de que tuvo que llegar a esa instancia, el esfuerzo de la forma en que yo la acompañé en su pre y post operatorio fue clave en su recuperación.

Además, me ha hecho darme cuenta de que mi rechazo absoluto hacia los lácteos y el gluten queda más que validado, que, aunque yo no sea doctora, si he leído bastante, incluso bastantes documentos que los doctores muchas veces no se dan el trabajo de leer, y estoy preparada para guiar a mis niños y tomar decisiones con respecto a mi alimentación y mi forma de vivir la vida que me dejan tranquila. Tengo claro que todos los cuerpos son diferentes, pero también creo que todos debemos experimentar e intentar llevar nuestro cuerpo a su máxima expresión, vivir hoy día llenos de energía y plenos.

No soy la dueña de una verdad absoluta ni tampoco la experta máxima en alimentación, pero si llevo ya algunos años experimentando, leyendo y sobre todo viendo resultados, algunos muy lindos y decidores como la respuesta de la Juana frente a su proceso quirúrgico.

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